LA FERTILIZACION NO ES SOLO ABONAR
En esta ocasión, vamos a profundizar en el concepto de la fertilidad de los suelos, ya que en las últimas décadas se ha desnaturalizado un poco.
“La
Fertilidad del suelo es la capacidad que tiene el mismo de sostener del
crecimiento de los cultivos. Además, en definiciones más modernas se incluye la
rentabilidad y la sustentabilidad de los agro-ecosistemas. Muchas veces se
divide a la fertilidad en “química”, “física” y “biológica” para su abordaje
particular, pero muchas veces resulta complicado separarlas”
Hasta hace pocos años, la fertilidad, y por ende la fertilización, se ha limitado a los nutrientes que son necesarios aportar mediante abonos minerales. Desde primeros de siglo XX y sobre
todo a mediados de siglo pasado con el surgimiento de la industria química, y
en concreto de los nitratos, se abordó el crecimiento de los rendimientos
agrícolas en base al aporte de este elemento esencial. Sin embargo, en las
últimas décadas, la contaminación que produce esta industria ha elevado la
alarma sobre el deterioro de los suelos y la contaminación de aguas y
atmosfera. Sobre este asunto hay sobrada bibliografía. Diferentes asociaciones
promovidas por el mundo científico que trabaja sobre estos temas (REMEDIA,
SEFIN, y otras asociaciones transnacionales que investigan los efectos
perniciosos de esta actividad). De hecho, son cuantiosas las ayudas que la
Unión Europea aporta para las investigaciones que se realizan en este sentido.
Incluso, la FAO ha declarado 2015 como Año Internacional del Suelo, con la
finalidad de concienciar sobre la importancia de la conservación de los suelos
y así preservar la sostenibilidad de las producciones agrícolas, ya que las
previsiones de crecimiento demográfico hacen necesaria una reestructuración de
la gestión de la tierra que asegure que los rendimientos tiendan a crecer y no
a minorar como se prevé que ocurra al ritmo de degradación actual.
Todo esto implica una reducción del uso de químicos, algo que ya lleva
produciéndose desde hace una década con la eliminación de materias activas
fitosanitarias, y más actualmente con el mayor control en el uso de las mismas.
Esta reducción también se producirá sobre los abonos, debido a una previsión en
la escasez de los mismos, además de la contaminación que producen.
Esta contaminación por químicos, movió la conciencia de algunos sectores
de la sociedad quienes comenzaron a promover movimientos ecologistas que han
derivado en la producción de cultivos ecológicos. Sin embargo, este es un nicho
demasiado pequeño y no frena las prácticas que implican el deterioro y la contaminación,
pero que han dado lugar a iniciativas de investigación científica que se hacen
extensivas a la agricultura convencional, para la mitigación de los efectos
perniciosos. En este sentido, son importantes para la conservación de los
suelos las investigaciones relacionadas a la fertilización física y biológica.
En cuanto a la fertilización biológica que es en lo que más implicados
estamos en AGROGENIA, son importantes los avances en el uso de microorganimos
beneficiosos como las micorrizas y las rizobacterias, que pueden servir; para
resistir a la sequía, para fijar nitrógeno, solubilizar fósforo o movilizar
potasio, además de promover mecanismos de defensa para la tolerancia a ataques
patógenos. Tras décadas de investigación científica, aislando cepas y
realizando ensayos, ya hay países que las llevan utilizando con notable éxito,
como Sudamerica (Argentina, Brasil, Chile) o la India. Estos países han tomado
la delantera a España en el uso de alternativas biológicas para la
fertilización de los cultivos, más económicos, cómodos y sostenibles que los
abonos minerales. En España, queda mucha labor pedagógica para hacer entender
al agricultor que la rentabilidad de la explotación está estrechamente ligada a
la fertilidad de los suelos, que no es exclusiva del abonado de los cultivos,
sino de una conservación de la estructura del suelo, enriqueciendo en materia
orgánica y en microorganismos beneficiosos, los cuales harán sostenibles los
rendimientos y se reducirán los problemas de enfermedades, ya que un suelo vivo
produce cultivos saludables, menos susceptibles a ataques patógenos. Con un
valor añadido,
“La tierra incrementa su valor, al ser fértil y productiva”.
Centrándonos
en la fertilización, hay que empezar por cuantificar las necesidades
nutricionales, las cuales se definen como extracciones de cultivo, y se dividen
en exportaciones (cantidad de nutrientes extraídos del sistema y que no
retornan al suelo; grano y paja en la mayoría de las ocasiones) e importaciones
(cantidad de nutrientes que requiere el cultivo pero que no sale del sistema
porque vuelven al suelo, como raíces y restos vegetales). La fracción que se
usa para el abonado son las exportaciones. Pero para determinar el abonado
correcto debería contemplarse la fertilidad del suelo a diferentes niveles;
· Contenido
en materia orgánica. La cual permitirá una mineralización del nitrógeno que
servirá de complemento a las extracciones
· Contenido
en nutrientes; fósforo y potasio principalmente.
· Estructura
del suelo. Que determinará la porosidad. Dato que nos sirve para evaluar el
nivel de aireación (clave para la actividad microbiológica) y de retención de
agua que determinará la capacidad del suelo a desarrollar el cultivo.
En lo que se refiere al nivel de fertilidad en fósforo y potasio, hay que
decir, que la mayoría de los suelos de la península, son de pH básico, lo que
provoca una retrogradación del fósforo aportado por vías minerales o las
existentes en el suelo, lo que implica aumentar las aportaciones por encima de
las necesidades de extracción para contemplar este bloqueo. Sin embargo, las
reservas de fósforo son ilimitadas si se pudiera contar con dicho elemento
retrogradado. A su vez, el potasio suele también estar en cantidades elevadas,
pero las estructuras de suelo mayoritarias suelen hacerlo difícilmente
accesible a las plantas, quedando una parte mínima a disposición de los
cultivos.
Con estas premisas, la fertilización biológica aporta unas ventajas
agronómicas como es la fijación de nitrógeno, convirtiendo el nitrógeno
atmosférico (N2) en amonio (NH3), actuando como minifábricas de urea.
Convirtiendo el fósforo bloqueado en asimilable para las plantas, y traspasando
el potasio fijado entre las láminas de arcillas a zonas más explorables por las
raíces.
De este modo se aporta a la planta las necesidades nutricionales que se
requieren, promoviendo la actividad microbiológica del suelo complementando en
gran medida el aporte de abonos químicos, a veces de difícil solubilidad en
suelos muy empobrecidos. Además aportan, ventajas ecológicas, ya que son
productos que pueden usarse en agricultura convencional y ecológica. Y no son
químicos, por lo que no degradan el suelo.
En definitiva, la fertilización es un concepto que debe contemplar la
estructura del suelo, la vida microbiológica y en su defecto complementar con
abonos químicos para alcanzar los máximos de producción, pero no al contrario,
ya que el efecto contraproducente es un deterioro de suelos y de calidad
ambiental.
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